Otto Scharmer, tercero en la lista del World’s Top 30 Education Professionals de 2019, es uno de los profesores del MIT más influyentes en todo el mundo. En uno de sus vídeos sobre la teoría U dice algunas cosas que pueden sonar más o menos obvias, pero que iluminan algunos aspectos de lo que queremos hacer aquí en el Máster en Cultura Científica (MC2). Según Scharmer, la educación hoy esta atravesando un momento de cambios profundos y dramáticos. El antiguo modelo de enseñanza está muriendo y en su lugar emerge otro modelo de aprendizaje cuyo núcleo, y el de la universidad del siglo XXI, está sostenido por los siguientes tres pilares o principios.

1) Sacar el aprendizaje del aula. Esto tiene que ver tanto con la formación online (en la pantalla) como con la formación dual (en la empresa), y es un cambio de tal envergadura que hasta los más renuentes a asumirlo ya hemos empezado a hablar e investigar sobre el alcance y las posibilidades de una “cultura dual” (Casado ed. 2019). Gracias a Internet, la universidad online permite aprender sin tener que desplazarse a un campus, y al mismo tiempo compatibilizar los estudios con otras ocupaciones, profesionales o familiares: esto cambia tanto el “dónde” de la educación como su metodología o “cómo”. Al mismo tiempo, el énfasis es en la práctica, en el “aprender haciendo”: los estudiantes aprenden insertándose en prácticas reales de eso mismo que quieren aprender. Si se trata de aprender a divulgar ciencia, pues a divulgar toca. En el MC2 estamos alineados con este principio, no sólo porque todo el estudio es online, sino porque desde la primera semana hasta la última (con el TFM) el alumnado se implica en prácticas reales de divulgación, sea mediante entradas en su blog o mediante la creación de un video.

2) Conectar cerebro, corazón y manos. La fórmula puede parecer un poco pueril pero encarna algo muy importante. La ciencia no son sólo conocimientos (cerebro) o, mejor dicho, el conocimiento no es sólo información que podamos procesar y transmitir de manera desapasionada. El conocimiento es pasión (corazón). Por eso, a la hora de hacer cultura científica es importante ampliar la paleta emocional con la que trabajamos: la ciencia puede y debe suscitar un amplio arco de emociones, no sólo el asombro, que es con mucho a la que más se apela en divulgación científica. Pero no nos quedemos únicamente con eso: “aprender haciendo” también significa que al hacer cultura científica también estamos transformando nuestro mundo y a nosotros con él. Si el futuro de la comunicación, la divulgación y la crítica científica está en nuestras manos, que sean una manos conectadas con el cerebro y el corazón. En el MC2 tenemos un plantel de profesorado que sabe trabajar con todo el arco emocional que despierta la ciencia.

3) Conocerse a uno mismo, conocerse a una misma. Este es el principio más filosófico; en última instancia,el conocimiento no es un objeto ajeno al sujeto que conoce. Por ello, para tener impacto real la práctica científica ha de ser reflexiva y colocar de nuevo el foco en nosotros mismos. A juicio de Scharmer, las dos preguntas fundamentales de la creatividad son “¿Quién soy yo?” y “¿Cuál es mi trabajo?” Al hacer cultura científica deberíamos también planteárnoslas, porque la ciencia no es sólo una herramienta, sino algo que conforma nuestra identidad más profunda y nuestro destino como seres humanos. Cuánto mejor nos conozcamos, mejor difundiremos el conocimiento, pero no es una cuestión meramente instrumental, sino una que da sentido a toda nuestra actividad como personas interesadas por la ciencia y la cultura. En el MC2 practicamos esto no sólo porque incluimos elementos históricos y filosóficos en el plan de estudios, sino porque la ciencia que estudiamos es esencialmente “ciencia cotidiana”: la ciencia que podemos experimentar en nuestro día a día, en nuestro propio ámbito. No es una ciencia separada de nuestras vidas, sino que está esencialmente conectada a ellas.